Entretenimiento

por: Jhoan M. Vargas

 

Más de 25 años viviendo en este magnífico lugar. Siempre me he sentido transportado a otro lugar. Amo a mi país, pero cuando estoy en La Villa Cafetalera es como si estuviera en Suiza o en las montañas de New York. 

Un ambiente tranquilo, exuberante, fresco y rodeado de naturaleza pura. Las personas son excelentes y la comida de los vecinos es exquisita. 
Añoro mi época de niñez cuando hacía calor y no había nada más refrescante que un helado de lo de Olivia o Mecho la de Frank y nada que decir de los chulitos de yuca que hacían la señora María la de Andrés y esos que vendia Carlos Manuel el nieto Eligia.

Eché los dientes cargando agua en el burro de mi vecino Frank Batista junto a sus hijos Edwin (Guesa), Francisco Albert (Coberto) y Hector Luis (Visa), vaya trabajo que pasábamos cuando coincidíamos con otro burro en el rio, y eso era poco, porque si era una burra, hay mi madre eso significaba que todos los galones serian derribado y teníamos que empezar de nuevo. 

El Guayabal, jajajajaja díganme quien de mi generación no se dio una vuelta por este terrorífico lugar, donde eran contadas las más descabelladas historias de terror y a veces de amor.  

Ya esta bueno para seguir recordando aunque me llena de satisfacción, quiero darles la oportunidad a ustedes queridos Villeros, háganme su historia para que las generaciones distintas, conozcamos como se divertían y lo que quieren hacernos recordar.    



Me encuentro con el paisaje. 

 

Como hay un idioma materno que te enseña a nombrar las cosas, hay un paisaje materno, con el que aprendes a ver el mundo. Luego conoces más lenguas y más paisajes y pueden ser más bonitos, pero ninguno te parece mejor. Éste es el espejo en el que me empecé a mirar cuando era pequeño.